La necrópolis

Aquí es donde enterramos a nuestros muertos. De hecho la palabra necrópolis significa “cuidad de los muertos”, como hemos comentado. Nuestros cementerios se situaban en las afueras de las ciudades coincidiendo con las puertas principales. En ellos solía haber una calle central llamada vía sepulcralis, a los lados de la cual se sitúan las distintas tumbas.

Las tumbas son de distintas características pudiendo ser monumentales, para las personas más poderosas, como la de mis amigos los Pompeyos, y las más modestas que eran las de las personas más humildes. En algunas enterramos a una sola persona y en otras a varias personas de la misma familia. A veces inhumamos a nuestros difuntos, pero no siempre, pues en algunos casos los incineramos.

Solemos realizar, además, muchos ritos cuando mueren nuestros seres queridos: cantamos, lloramos, encendemos antorchas, ponemos flores, ramas de laurel, mirto o ciprés (porque según nuestra tradición tienen un carácter sagrado y sirven para espantar a la muerte). También les ponemos una moneda en la boca para pagar a Caronte, el barquero con el que cruzan la Laguna Estigia.

Finalmente los restos del difunto siempre van acompañados de un ajuar (cerámicas, joyas, jarros de vidrio…).