La muralla

Las murallas eran un elemento de gran importancia para las ciudades romanas, pues no sólo protegían a sus habitantes, sino también sus bienes y su estilo de vida.

Normalmente se construían levantando dos muros paralelos de piedra con una separación entre ellos que era variable y que se rellenaba de tierra, opus caementicium o guijarros. A su vez, esos paramentos solían presentar en su parte baja grandes hileras de sillares (bloques cuadrangulares de piedra), unidos a hueso o en seco, y de enorme envergadura, que le daban un aspecto ciclópeo.

El tamaño de los bloques de piedra tendía a disminuir a medida que se incrementaba la altitud del muro, hasta el punto que muchas de ellas terminaban en pequeños sillares o sillarejos, e incluso en piedras pequeñas de formas muy irregulares llamadas mampuestos.

Las murallas eran muy costosas, y no todas las ciudades las poseían, aunque algunas eran verdaderas obras de arte que incorporaban grandes torres para aumentar su defensa en los puntos más débiles como las puertas.

Aquí tenemos un gran ejemplo en esta puerta oriental de nuestra ciudad que mis antepasados y nosotros mismos hemos construido con gran esfuerzo. En cualquier caso debéis saber que la construcción de nuestra muralla la iniciaron los pueblos que habitaron aquí antes de que llegáramos nosotros; los íberos turdetanos, como antes os he comentado. Pese a todo, no consiguieron evitar que los bárbaros invadiesen el Imperio Romano y ocupasen nuestras ciudades. Por suerte, yo ya no estaba, pues me hubiera resultado muy triste contemplar tanta destrucción.