La cerámica

Para nosotros el ajuar era el conjunto de cosas o bienes que teníamos en nuestras casas y que utilizamos para nuestros quehaceres diarios o en nuestras festividades. Se trata de muebles, ropas, joyas, útiles de trabajo, etc.

Entre ellos destaca uno que, por su uso tan habitual y fundamental, no faltaba en ninguna vivienda, me referiero al ajuar cerámico, hecho con barro cocido, y que utilizábamos tanto en recipientes para cocinar como para guardar, almacenar y conservar los alimentos y bebidas, para comer, dar luz, etc. A su vez, dentro de la cerámica con un mismo uso, existía una gran tipología; así, una vajilla era diferente en la casa de un patricio (que eran los romanos más ricos) y en la de un plebeyo. La del primero era fina y delicada, hecha con arcilla de primera calidad y a menudo decorada con pinturas, grabados y relieves como en el caso de la terra sigillata, mientras que la del segundo solía ser muy simple, a veces incluso tosca y mal trabajada, y por supuesto, sin decoración.

Pero la cerámica tuvo más usos; así, con ella se hacían las tejas para los tejados o cuando se rompían se utilizaban como material constructivo; por ejemplo en el llamado opus testaceum, y también las utilizábamos para el comercio transportando productos líquidos como el aceite o el vino; en este caso se denominan ánforas.